Story


ACTO 1

ESCENA 1

La  frágil paz, que existía entre los reinos de Fierro y Scandia, se había debilitado en los últimos años. El enorme distanciamiento en la forma de entender las cosas que tenían ambas sociedades la ponía en peligro.
El rey Fierro había comenzado las obras de ampliación de su palacio, pero avanzaban muy despacio.
Zinctia, hija del rey Fierro, pidió al hijo del rey de Scandia, Kypros, con el que le unía algo más que una buena amistad, que hablara con su padre para que les construyeran un robot para acelerar las obras del palacio. La tecnología de la que disponían los Scandenses era muy superior a la suya. Kypros, convenció a su padre.
En el salón del trono, el rey Fierro esperaba noticias de Zinctia.

 - Papá, ya está todo solucionado, en unos días estará aquí el robot.
             - ¿Has tenido algún problema, hija?
             -  Que va, Kypros me ha ayudado mucho para convencer a su padre. 
            -  Es un buen chico, lástima que sea un debilucho Scandense. 
           -  Papá….. no empieces con eso. Por suerte no todos solucionamos nuestros problemas a golpe de espada. 
         - Ya, pero Kypros algún día tendrá que dirigir su reino, y no creo que hablando pueda defenderlo.

En ese momento llegó Hematites el primogénito del rey Fierro. Zinctia salió del salón y les dejó charlar a solas.

ESCENA 2

Las obras del palacio habían concluido. El rey Fierro y su hijo se asomaban a un enorme pozo que comunicaba la planta baja del palacio con los sótanos. Largos pasillos, que algunos se cruzaban y otros no, formaban un auténtico laberinto bajo el enorme palacio. El pozo por el que miraban y una puerta, eran la única conexión con el exterior.
Fierro había quedado maravillado por las cualidades del robot que les mandaron los Scandenses. Decidió clonar su avanzada tecnología e incorporarla a una nueva generación de robots. Esto le permitiría tener un ejército poderoso que le haría invencible. Hematites se encargó de poner su ambicioso plan en marcha. 

 -       ¿Has terminado ya el prototipo? 
-       Sí, padre. Es el robot más poderoso que jamás se ha fabricado. 
-       Bien hecho hijo. ¿Cuándo colocarás las placas clonadas? 
-       Si todo va bien, en una semana. 
-       Siento no poder ayudarte en esto, pero la tecnología no es mi fuerte. No me imagino cómo las placas clonadas van a ser capaces de controlar a un robot tan grande. 
-       No te preocupes papá, aumentaremos la potencia de sus circuitos. 
-       ¿No será peligroso? 
-       No. Papá estate tranquilo. 
-       Confío en ti Hematites.

Fierro se marchó y dejó a Hematites mirando hacia el pozo. Su padre había depositado en él toda su confianza. Estaba realmente preocupado.

ESCENA 3

Hematites miraba fijamente al Metaltauro. Le había colocado las placas pero no reaccionaba. Los operarios que le ayudaban y la guardia que le acompañaba le miraban. 

-       ¡Aumentar la potencia! 
-       Pero señor, es peligroso, quemará los circuitos. 
-       No lo hará, haced lo que os digo, es una orden, gritó Hematites.

Cuando aumentaron la potencia el Metaltauro despertó. Estaba atado y empezó a luchar por soltarse. Las cadenas que lo sujetaban se rompieron y el Metaltauro quedó libre. 
  
-       ¡Atrapadlo!, gritó Hematites.

Los guardias comenzaron a golpearlo. El Metaltauro retrocedía para no recibir más golpes, pero era inútil, una pared le cerraba el paso. Los guardias no paraban de golpearlo y gritarle. 

-       ¡Atrás bestia! ¡No te muevas! ¡Quieto monstruo!

El Metaltauro rugió y golpeó a los guardias que tenía delante. Su fuerza era descomunal y los lanzó contra la pared. Varios guardias sacaron sus espadas, el Metaltauro huyó hacia la puerta. Atravesó varios pasillos y salió de la casa. Echó a correr, todo le era desconocido. La gente del pueblo al verle se asustaba y le tiraban piedras mientras le insultaban. Los guardias le seguían de cerca, entró por una puerta abierta que había en un muro gigantesco y corrió por el pasillo hacia el interior. Dejó de oír a los guardias y se giró. Estaban parados en la puerta. Cuando la cerraron todo quedó a oscuras.

ACTO 2



ESCENA 1

Hematites celebraba con algunos amigos su nueva victoria en los juegos de Scandia. Sus amigos coreaban su nombre y le felicitaban una y otra vez.

-       ¡Eres el más fuerte Hematites!, ¡brindemos por la victoria!

Un grupo de jóvenes Scandenses escuchaba desde una mesa cercana. Hasta que uno de ellos decidió poner fin a la fiesta.

-       El más fuerte, el más fuerte…dijo con sorna.
-       Perdona, ¿decías algo?, le respondió uno de los amigos de Hematites.
-       Sí. Hematites, siento decirte que no eres el más fuerte.
-       ¿Cómo te atreves a hablarle así al príncipe?
-       Lo siento, ya me callo, dijo dándose la vuelta.

Hematites indignado lo llamó.

-       Tú… si no soy el más fuerte, ¿quién lo es?
-       Perdona, no quise ofenderte, déjalo, tú eres el más fuerte, le respondió.
-       Te exijo que me digas ahora mismo quién es el más fuerte.
-       Metaltauro. Nadie ha podido vencerle todavía.

A Hematites se le vino a la cabeza la decepción de su padre por aquel asunto y decidió ponerle fin de una vez por todas, así que salió de la cantina y se encaminó hacia el laberinto. Tras su salida el silencio reinó en la cantina.


ESCENA 2


En el palacio tronaban las voces del rey Fierro. La muerte de su hijo en el laberinto había supuesto un duro golpe para él.

-       ¡¡Cómo permitisteis que se fuera al laberinto!!
-       Unos Scandenses le incitaron, diciéndole que el Metaltauro era más fuerte que él, y se marchó corriendo. No pudimos hacer nada.
-       ¡¡Imbéciles!! Debisteis impedírselo.
-       Lo siento mi señor…lo siento…
-       Guardias lleváoslo y meterlo en el laberinto.
-       Nooo….por favor os lo suplico…nooo…

Tras llevarse al amigo de su hijo, Fierro mandó llamar al jefe de la guardia real.

-       Quiero que reúnas las tropas y las prepares para el combate. Mañana por la mañana zarparemos hacia Scandia. Van a arrepentirse de lo que han hecho.
-       Así lo haré Majestad.

Al atardecer del día siguiente miles de soldados desembarcaban desde los cientos de barcos del ejército del rey Fierro, que rodeaban la isla de Scandia. La batalla fue muy desigual, muchos Scandenses cayeron en las playas tratando de defender su ciudad, pero fue en vano. El rey no tardó en rendir la ciudad ante la masacre que se estaba produciendo.
El rey Fierro desde el balcón del palacio de Scandia y con Kypros y su padre como testigos, dirigió al pueblo Scandense sus exigencias para detener la guerra.

-       Desde hoy yo soy vuestro rey. El pueblo y la ciudad de Scandia me pertenecen. Cada año, coincidiendo con el día de la muerte de mi hijo, catorce de vosotros seréis conducidos al laberinto.

El pueblo quedó en silencio, y Fierro continuó su discurso.

-       Hasta que alguno de ellos no consiga derrotar al Metaltauro y salir del laberinto, ninguno seréis libre.

ESCENA 3

Desde su habitación del palacio Kypros miraba hacia la playa dónde podía ver los barcos y las tropas del rey Fierro. Tras varios años de sitio, Kypros veía que los Scandenses eran infelices y se habían vuelto sumisos.
Había visto como amigos y conocidos habían sido conducidos al laberinto. El no haber podido hacer nada por ellos le entristecía muchísimo.
Entre sus manos sostenía una carta de Zinctia, que había leído decenas de veces. Desde que el rey Fierro tomó la isla no se habían vuelto a ver, y la echaba mucho de menos. Zinctia también le echaba mucho de menos y así se lo contaba en las cartas que a menudo le hacía llegar. Kypros soñaba con volverla a ver, a hablar con ella, a tocarla, pero era imposible, Fierro le mataría con sólo poner un pie en su reino.
Llevaba tiempo dándole vueltas a la idea de volverla a ver y había encontrado la forma, sólo debía esperar a que llegara el momento preciso… y ese momento había llegado.
Desde la ventana, Kypros vio como un grupo de catorce Scandenses se dirigía en fila hacia la playa. Eran los elegidos para entrar en el laberinto, por la mañana partirían hacia el reino de Fierro.
Kypros bajó corriendo desde el palacio y paró al grupo. Entre los elegidos había una chica muy joven. Kypros le dijo que volviera a casa.

-       ¡No!, alguien tendría que ocupar mi lugar. Si no matarán a mi familia.
-       Yo ocuparé tu lugar.

ESCENA 4

La luna llena hacía entrar algo de luz a través de la pequeña ventana enrejada que había en la celda. Kypros miraba a través de ella buscando la silueta de Zinctia. No tardó en aparecer.

-       Kypros, Kypros, ¿dónde estás?.
-       Aquí abajo Zinctia.

Kypros y Zinctia estiraron sus brazos hasta conseguir tocarse.

-       Kypros, ¿por qué lo has hecho?
-       Necesitaba verte. Te echaba de menos.
-       Fuguémonos, conseguiré sacarte de ahí, y nos iremos lejos de aquí.
-       Nada me gustaría más, Zinctia. Pero sabes que tu padre masacraría a mi pueblo.
-       Pero el Metaltauro te matará, y yo me moriré sin ti. Y si le vencieras, ¿cómo sabes que mi padre liberará a tu pueblo?
-       No lo sé. Mañana, antes de que salga el sol, espérame en la puerta del laberinto y nos iremos juntos.
-       Allí estaré.

Zinctia se despidió de Kypros que se quedó pensando en lo que le había dicho. Por más vueltas que le daba a las posibilidades que tenía, siempre llegaba a la misma conclusión: El rey Fierro jamás le permitiría salir con vida del laberinto.

  

ACTO  3

ESCENA 1

Los guardias abrieron la puerta del laberinto, dejando ver el largo pasillo que conducía hacia su interior. Los robots prepararon sus armas, estaban decididos a acabar con la bestia. Kypros iba el último.
La puerta se cerró tras de ellos. Los robots corrieron hacia el interior del laberinto y se perdieron por sus pasillos. Kypros empezó a andar, se metió por un pasillo que salía de su derecha, pero no tenía salida. Apoyó su lanza en la pared y se sentó a esperar que llegara la noche.
El eco de carreras, de lucha, de gritos, retumbaba por los pasillos. A Kypros le atormentaba el no poder hacer nada por ayudarles, pero sabía que  si lo intentaba el Metaltauro le mataría.
La noche había caído, y hacía ya horas que en el laberinto habían dejado de oírse los gritos y las carreras.
Kypros se levantó y cogió su lanza. Por los pequeños huecos que servían de ventilación se colaba la luz de la luna, que iluminaba tenuemente los pasillos. Empezó a caminar por los pasillos y fue marcando con su lanza los pasillos que recorría y los que no tenían salida. En ciertos tramos tenía que ir tocando con la lanza el suelo y las paredes ya que la oscuridad era casi total.
Con rapidez y sigilo fue recorriendo el laberinto, no tenía mucho tiempo, antes de que amaneciera debería estar de vuelta en la entrada. Giró por un pasillo y llegó a una gran sala, estaba en el centro del laberinto.

ESCENA 2

El pozo que comunicaba la sala central con el palacio, la iluminaba. El Metaltauro miraba a la luna a través de él. Otra vez más había conseguido sobrevivir a los ataques de los robots. No sabía cuánto tiempo podría hacerlo, pero sabía que tarde o temprano moriría allí dentro.
Le gustaba mirar el cielo a través del pozo, a pesar de que lo usaban para insultarle y tirarle piedras. Podía pasarse horas y horas mirando.
Las nubes cruzaban por delante de la luna oscureciendo la sala. El Metaltauro bajó la vista del pozo y miró hacia la sala. Una silueta se cortaba en la oscuridad pero hasta que las nubes no desaparecieron, no pudo verlo con claridad. Un robot estaba de pie, inmóvil, mirándole fijamente. Portaba una lanza.
El Metaltauro no daba crédito a lo que estaba viendo. No sabía si era real. ¿Acaso no había acabado ya con todos los robots? 
  
-       ¿Quién eres?, dijo el Metaltauro. 
-       Me llamo Kypros. 
-  ¿Creías que escondiéndote podrías sorprenderme y matarme? Prepárate para luchar, bramó el Metaltauro.

     Kypros levantó su lanza y la arrojó al suelo. El Metaltauro lo miró sorprendido, no entendía lo que estaba pasando. Kypros sin dejar de mirar fijamente al Metaltauro levantó las palmas de las manos.

 -       He venido a liberarte...

ESCENA 3

Comenzaba a clarear y Zinctia esperaba preocupada junto a la puerta del laberinto. Oyó como se acercaban soldados y se escondió. Desde dónde estaba pudo escuchar lo que decían.

 -       No sé para que hemos venido, nadie ha salido de ahí con vida. 
-       Son órdenes del rey.

Los soldados abrieron la puerta del laberinto, se colocaron a ambos lados y esperaron en silencio.
Kypros llegó hasta el pasillo que conducía a la puerta de salida. La puerta estaba abierta. Con un gesto con la mano paró al Metaltauro. En silencio se dirigió hacia la salida. Cuando llegó a un metro escaso de la puerta se detuvo, Kypros agarró fuertemente su lanza, algo no iba bien.
De repente varios soldados aparecieron en la puerta, desde detrás de ellos otro robot les atacó. 

-       ¡Kypros es una trampa! 
-       ¡Zinctia!

Kypros atacó a los soldados para intentar llegar hasta Zinctia. Uno de los soldados atravesó a Zinctia con su espada y ésta cayó al suelo. Un rugido sonó desde el pasillo, los soldados asustados vieron como el Metaltauro se les echó encima. Kypros llegó hasta Zinctia y la cogió entre sus brazos. 
  
-       ¡Zinctia!....¡Zinctia!...noooooooooooooooooooooo.

Estaba muerta.


ACTO 4
 
ESCENA 1

Tras la muerte de su hija Zinctia y la huída del Metaltauro junto con Kypros, el rey Fierro había ordenado el ataque total y la destrucción de Scandia.
Muchos Scandenses murieron en el primer envite del ejército de Fierro, pero la mayoría de ellos, guiados por Kypros, consiguieron hacerse fuerte en el palacio. Poco a poco la astucia de Kypros y la temible fuerza del Metaltauro fueron ganando terreno al ejército de Fierro.
El rey Fierro llamó al jefe de la guardia para que le informara de la situación de la guerra.

-       Majestad los Scandenses han recuperado su isla, nuestro maltrecho ejército vuelve hacia aquí.
-       ¿Cómo es posible que hayan derrotado a nuestro ejército?, gritó Fierro.
-       Sufrimos constantes emboscadas, y no hay manera de parar los avances del Metaltauro.
-       Ordena a todo el ejército que se prepare para la invasión. Defenderemos el palacio.

A la mañana siguiente el ejército de Fierro se apostaba junto al palacio, cuando vieron llegar los barcos Scandenses. Los robots bajaron de los barcos y corrieron hacia el palacio, pero cuando vieron bajar y correr hacia ellos al Metaltauro, supieron que iban a morir.

ESCENA 2

Fierro estaba sentado en el trono cuando los soldados salieron del salón y cerraron la puerta tras de sí.
Hacía rato que se oían ruidos de lucha y carreras por el palacio. Fierro en la soledad de su trono, miraba intranquilo la puerta. Sabía que tarde o temprano se abriría. Todo estaba perdido ya.
La puerta se abrió con gran estruendo. Fierro reconoció rápidamente al robot que tenía frente a él.

-       ¿Qué tal Kypros? Por fin nos volvemos a ver.

Kypros miraba fijamente a los ojos de Fierro. Quizás no se fiaba de él o quizás intentaba buscar el más mínimo indicio de arrepentimiento, pero no lo encontró.

-       ¿No vas a decir nada?...¡si vas a matarme hazlo ya y déjate de idioteces!, gritó Fierro.
-       No vengo a matarte. Vengo a entregarte, le respondió Kypros.
-       ¿A entregarme?, dijo extrañado Fierro.

En ese momento apareció en la puerta el Metaltauro. Fierro pareció petrificarse.

-       ¡Sígueme! Tronó la voz del Metaltauro.
-       ¿A dónde me llevas?, balbuceó Fierro.
-       Al laberinto, dijo el Metaltauro susurrando al oído de Fierro.

ESCENA 3

Kypros sintió como la tierra volvía a temblar bajo sus pies. Desde hacía muchísimos años nada había alterado la paz que, tras la caída de Fierro, se había instaurado entre los dos reinos, pero últimamente eran cada vez más frecuentes.
Volvió a mirar el libro, llevaba ya más de un año escribiéndolo y programándolo, y por fin estaba terminado. Sabía que algún día él no estaría y quería que las generaciones que le siguiesen conocieran lo que había sucedido, quizás así no se volviera a repetir. Cerró el libro y lo colocó en una de las estanterías.
Un temblor mucho mayor sacudió la sala, las paredes y el techo  empezaron a derrumbarse. Kypros salió corriendo del palacio hacia los jardines.
Desde los jardines vio cómo el palacio empezaba a derrumbarse. La gente salió a la calle abandonando sus casas. Enormes grietas aparecían en el suelo y se tragaban las casas.
Minutos después la tierra dejó de temblar. El palacio y el resto de las casas prácticamente habían desaparecido. Se oían gritos y llantos, el reino había sido destruido.
Kypros miró hacia la playa, el mar ya no estaba allí, se había ido hacia el interior. A lo lejos pudo ver como el horizonte se levantaba.
Segundos después un muro enorme de agua arrasó la isla.